Según Vorakulpipat & Rezgui (2008) la gestión del conocimiento actual debería enfocarse en la generación de valor, no solo en compartir o generar conocimiento. Para lograr este valor, proponen que se configure de una manera especial la relación entre las redes, el capital social, el capital intelectual, la tecnología y la gestión del cambio. Estos factores deben tener un peso, prioridad o esfuerzo diferente de acuerdo con el énfasis que se les quiera dar en un contexo específico. Sin embargo, al tratrse de una estratgia sistémica, hay que tener en cuenta que la "fórmula" que proponen es puramente lineal y en ese sentido limitada.
Si, por ejemplo, un proyecto específico considera que dedicará su mayor esfuerzo a la implementación de tecnologías de información que soporten la gestión del conocimiento y solo atenderá los demás factores como complemento, podría determinar que el coeficiente que le correponde la variable tecnología es mayor (digamos de 5) y que a los demás les corresponde un peso relativo menor (digamos de 1). Lo que esta fórmula no tiene en cuenta es que al poner a interactuar la tecnología con la gestión del cambio, o las redes con el capital social, se generan "efectos de interacción" que conducen a una fórmula que no es lineal sino de un orden mayor. Así, por ejemplo, la fórmula (en términos de las variables de entrada) pasaría de ser C1*Redes + C2*Capital social + C3*Capital Intelectual + C4*Tecnología + C5*Gestión de cambio a una en que los efectos de interacción también sean tenidos en cuenta, por ejemplo ... + CX*Redes*Capital Social + CY*Tecnología*Gestión de Cambio.
No se trata de complejizar la fórmula sencillamente sino de prestar ateción real al efecto sistémico de una estrategia d gestión de conocimiento en que no basta con tener en cuenta los disntios factores de manera independiente, sino (como es natural al enfoque sistémico) de manera inter-dependiente.
Blog del curso de Gestión del Conocimiento de la Universidad Javeriana.
miércoles, 27 de junio de 2012
jueves, 21 de junio de 2012
Innovación sistémica basada en el conocimiento
Hemos visto que según Jensen et al. (2007) la innovación, como el aprendizaje, puede tomar la forma de un proceso formal, basado en conocimiento explícitamente codificado (científico), o modo STI, por Science, Technology and Innovation. Pero también puede estar basado en un proceso más empírico e informal centrado en la interacción entre individuos, o modo DUI, por Doing, Using and Interacting. También vimos que las organizaciones más innovadoras son aquellas que pueden manejar ambos tipos y que son capaces de conectarlos a través de la gestión del conocimiento. Adicionalmente, nos dice Darroch (2005) que la conexión entre la gestión del conocimiento y la innovación está bien demostrada y se basa en una comprensión de que el conocimiento es un recurso que debe ser transoformado, a través de la gestión del conocimiento, en una capacidad de innovar.
Así, resulta claro que la capaciad de innovar está conectada a la capacidad de aprender. Esta capacidad de aprendizaje organizacional se popularizó en los noventas desde la perspectiva del pensamiento sistémico, por ejemplo con Senge y Sterman (1992). Ellos sostienen que la capacidad de aprender es la capacidad de modificar los modelos mentales compartidos de la organización, apoyándose en herramientas de modelado y simulación. Lo "sistémico" está en que dichos modelos, basados en la dinámica de sistemas propuesta en los años 1960s y 1970s por Jay Forrester, deben enfatizar los ciclos de retroalimentación, especialmente aquellos que demoran en mostrar su efecto. De esta manera, una organización es capaz de explorar distintos escenarios, probar distintas hipótesis y así anticipr y planear más efectivamente en un entorno turbulento, fortaleciendo su reactividad para aprovechar oportunidades de mercado.
Pero la organización, precisamente por estar en un entorno turbulento, no puede hacer esto de manera aislada. Existen varios modelos teóricos de innovación que enfatizan el hecho de que esta debe estar inmersa dentro de ecosistemas que incluyan el sector académico (clave, sobre todo para el modo STI) y el sector público. Así surge aun otra dimensión sistémica de la innovación además de la intraorganizacional descrita arriba; ésta nueva dimensión es inherente a un ecosistema complejo que involucra a la industria, la academia y el Gobierno. Por ejemplo, usando las mismas herramientas propuestas por Forrester y desarrolladas por Senge y Sterman, Galankis (2006) propone un modelo para un sistema nacional de innovación basado en la dinámica de sistemas. Este modelo desvela el carácter sistémico de la innovación al incluir los ciclos de retroaliemntación que debe seguir una empresa para articular sus procesos de I+D con el desarrollo de nuevos productos, teniendo en cuenta el aprenidzaje y creatividad internos, las fuentes de conocimiento externas y las influencias de una política pública en torno a la innovación. El modelo, que Galankis denomina "la fábrica creativa", sirve para que los académicos puedan integrar sistémicamente las distintas teorías que hay sobre innovación; sirve también para que los gerentes puedan dirigir mejor la toma de decisiones en torno a innovación; y sirve para que la política pública pueda considerar los multiples factores interconectados necesrios para estimualr la innovación en un país.
Como respuesta a esta entrada, cada grupo debe decir de qué manera articulan la gestión del conocimiento con la innovación en el proyecto que cada uno ha elegido.
Así, resulta claro que la capaciad de innovar está conectada a la capacidad de aprender. Esta capacidad de aprendizaje organizacional se popularizó en los noventas desde la perspectiva del pensamiento sistémico, por ejemplo con Senge y Sterman (1992). Ellos sostienen que la capacidad de aprender es la capacidad de modificar los modelos mentales compartidos de la organización, apoyándose en herramientas de modelado y simulación. Lo "sistémico" está en que dichos modelos, basados en la dinámica de sistemas propuesta en los años 1960s y 1970s por Jay Forrester, deben enfatizar los ciclos de retroalimentación, especialmente aquellos que demoran en mostrar su efecto. De esta manera, una organización es capaz de explorar distintos escenarios, probar distintas hipótesis y así anticipr y planear más efectivamente en un entorno turbulento, fortaleciendo su reactividad para aprovechar oportunidades de mercado.
Pero la organización, precisamente por estar en un entorno turbulento, no puede hacer esto de manera aislada. Existen varios modelos teóricos de innovación que enfatizan el hecho de que esta debe estar inmersa dentro de ecosistemas que incluyan el sector académico (clave, sobre todo para el modo STI) y el sector público. Así surge aun otra dimensión sistémica de la innovación además de la intraorganizacional descrita arriba; ésta nueva dimensión es inherente a un ecosistema complejo que involucra a la industria, la academia y el Gobierno. Por ejemplo, usando las mismas herramientas propuestas por Forrester y desarrolladas por Senge y Sterman, Galankis (2006) propone un modelo para un sistema nacional de innovación basado en la dinámica de sistemas. Este modelo desvela el carácter sistémico de la innovación al incluir los ciclos de retroaliemntación que debe seguir una empresa para articular sus procesos de I+D con el desarrollo de nuevos productos, teniendo en cuenta el aprenidzaje y creatividad internos, las fuentes de conocimiento externas y las influencias de una política pública en torno a la innovación. El modelo, que Galankis denomina "la fábrica creativa", sirve para que los académicos puedan integrar sistémicamente las distintas teorías que hay sobre innovación; sirve también para que los gerentes puedan dirigir mejor la toma de decisiones en torno a innovación; y sirve para que la política pública pueda considerar los multiples factores interconectados necesrios para estimualr la innovación en un país.
Como respuesta a esta entrada, cada grupo debe decir de qué manera articulan la gestión del conocimiento con la innovación en el proyecto que cada uno ha elegido.
miércoles, 13 de junio de 2012
Capital Social como propiedad emergente
El capital social surge conceptualmente de un entendimiento neo-capitalista o post-capitalista en que el énfasis gira hacia el capital intangible y en que los objetivos de maximización de ganancias son revisados a la luz de intereses de sociabilidad, entre otros. A diferencia del capital humano (donde, por ejemplo, se puede cuantificar el número de empleados por nivel de formación), el capital social se centra en lo relacional. Esto es, reconoce el hecho de que el valor del capital social se logra no a partir de las capacidades individuales, sino de las capacidades grupales. Así como con la tecnología, un individuo puede generar valor en una organización, pero esto no garantiza que lo haga en otra. Esto dependerá del conexto específico en que las relaciones de confianza, el clima organizacional, la aceptación y el reconocimiento mutuo deben construirse de manera permanente.
Se trata nuevaemnte de una visión sistémica integral a la gestión del conocimiento. El capital social implica que el conocimiento cuando se queda en el individuo no genera valor; que para ello se requiere que el conocimiento sea compartido. Esto implica, por un lado, que la atención debe ponerse sobre las condiciones que generen relaciones favorables entre las personas para que el conocimiento circule y se puedan generar ideas de manera conjunta. Por otro lado, implica que el capital social es una propiedad emergente: no es una propiedad de los individuos, sino de sus interacciones. Resulta entonces limitado suponer que un individuo es la causa de que una organización o comunidad tenga cierto capital social; por ejemplo, adscribir el valor de una marca a un presidente visionario de una empresa de tecnología, lo cual es común. Si bien, esto es una estrategia de mercadeo que contribuye a "ponerle una cara" a la organización y embelesar al público con la imagen de un líder genio y visionario, la realidad es que este genio (que puede no serlo en absoluto) no contiene al capital social, aunque pueda ser un elemento central en la red que la genera.
Se trata nuevaemnte de una visión sistémica integral a la gestión del conocimiento. El capital social implica que el conocimiento cuando se queda en el individuo no genera valor; que para ello se requiere que el conocimiento sea compartido. Esto implica, por un lado, que la atención debe ponerse sobre las condiciones que generen relaciones favorables entre las personas para que el conocimiento circule y se puedan generar ideas de manera conjunta. Por otro lado, implica que el capital social es una propiedad emergente: no es una propiedad de los individuos, sino de sus interacciones. Resulta entonces limitado suponer que un individuo es la causa de que una organización o comunidad tenga cierto capital social; por ejemplo, adscribir el valor de una marca a un presidente visionario de una empresa de tecnología, lo cual es común. Si bien, esto es una estrategia de mercadeo que contribuye a "ponerle una cara" a la organización y embelesar al público con la imagen de un líder genio y visionario, la realidad es que este genio (que puede no serlo en absoluto) no contiene al capital social, aunque pueda ser un elemento central en la red que la genera.
miércoles, 6 de junio de 2012
La tecnología de gestión del conocimiento en contexto
Las tecnologías y herramientas con que se dispone para apoyar la gestión del conocimiento son de todos los sabores y tamaños: desde simples tecnologías de comunicación (chat, foro, correo) hasta sofisticados sistemas con inteligencia artificial (sistemas expertos, minería de datos). Las categorías y opciones son variados y los sistemas comunmente usados pueden ser adaptados dentro de una estrategia de gestión del conocimiento. Sin embargo, no son estas tecnologías las que hacen que la gestión del conocimiento genere valor. En general, ninguna tecnología (de información) genera valor por sí misma. Por un lado, la misma tecnología puede ser exitosa en una organización y un fracaso en otra. Por otro lado, las tecnologías existentes cada vez son más accesibles y menos costosas, haciendo que la ventaja competitiva de poseerlas sea cada vez menor (se hacen, en su mayoria, commodities).
Es en este sentido que han aparecido nociones como la "tecnología en la práctica" (Orlikowski, 2001), según la cual el significado de una tecnología está determinado por su uso real en una organización. Así, existe una relación de doble vía entre la tecnología y la organización, donde estas se modifican mutuamente. El valor que se extraiga de una tecnología va a depender, entonces, de las capacidades de aprovecharla, del rol que tenga y de su alineación con los objetivos de la organización o comunidad en que está siendo usada. Por ello, la tradición socio-técnica ha dominado el desarrollo de sistemas de información hace décadas, enfatizando el hecho de que un sistema de este tipo se entiende como la convergencia entre procesos, personas y tecnologías, indicando que sin alguno de estos componentes, el sistema estará incompleto.
Esto se encuentra asociado a la tradición del pensamiento sistémico en sistemas de información. Contribuciones fundamentales como la metodología suave de sistemas de Checkland han ofrecido una filosofía y unos métodos con los cuales se diseña simultáneamente lo social y lo técnico, partiendo del reconocimiento de que lo uno no funciona sin lo otro. En el pensameinto sistémico esto es conexión con un entorno y atención a las interacciones. Un sistema no puede entenderse, mucho menos modificarse, si no se considera el medio en el que está inmerso. Además, las relaciones entre los componentes del sistema no se separan, sino que se hace hincapié en la comprensión (y luego fomento) de estas interacciones.
Como en la gestión del conocimiento la tecnología es solo un medio para que la gente pueda generar y compartir conocimiento, entonces resulta imperativo abordar el diseño desde una perspectiva sistémica donde el contexto y la relación entre los componentes sociales y técnicos es fundametal.
Es en este sentido que han aparecido nociones como la "tecnología en la práctica" (Orlikowski, 2001), según la cual el significado de una tecnología está determinado por su uso real en una organización. Así, existe una relación de doble vía entre la tecnología y la organización, donde estas se modifican mutuamente. El valor que se extraiga de una tecnología va a depender, entonces, de las capacidades de aprovecharla, del rol que tenga y de su alineación con los objetivos de la organización o comunidad en que está siendo usada. Por ello, la tradición socio-técnica ha dominado el desarrollo de sistemas de información hace décadas, enfatizando el hecho de que un sistema de este tipo se entiende como la convergencia entre procesos, personas y tecnologías, indicando que sin alguno de estos componentes, el sistema estará incompleto.
Esto se encuentra asociado a la tradición del pensamiento sistémico en sistemas de información. Contribuciones fundamentales como la metodología suave de sistemas de Checkland han ofrecido una filosofía y unos métodos con los cuales se diseña simultáneamente lo social y lo técnico, partiendo del reconocimiento de que lo uno no funciona sin lo otro. En el pensameinto sistémico esto es conexión con un entorno y atención a las interacciones. Un sistema no puede entenderse, mucho menos modificarse, si no se considera el medio en el que está inmerso. Además, las relaciones entre los componentes del sistema no se separan, sino que se hace hincapié en la comprensión (y luego fomento) de estas interacciones.
Como en la gestión del conocimiento la tecnología es solo un medio para que la gente pueda generar y compartir conocimiento, entonces resulta imperativo abordar el diseño desde una perspectiva sistémica donde el contexto y la relación entre los componentes sociales y técnicos es fundametal.
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